Sor Juana Inés de la Cruz: Poemas

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ DÍA NACIONAL DEL LIBRO
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Al que ingrato me deja, busco amante

Al que ingrato me deja, busco amante; 

al que amante me sigue, dejo ingrata; 

constante adoro a quien mi amor maltrata, 

maltrato a quien mi amor busca constante. 

 

  Al que trato de amor, hallo diamante, 

y soy diamante al que de amor me trata, 

triunfante quiero ver al que me mata

y mato al que me quiere ver triunfante. 

 

  Si a éste pago, padece mi deseo; 

si ruego a aquél, mi pundonor enojo; 

de entrambos modos infeliz me veo. 

 

  Pero yo, por mejor partido, escojo; 

de quien no quiero, ser violento empleo; 

que, de quien no me quiere, vil despojo.

 

II

Este que ves engaño colorido,

que del arte ostentando los primores,

con falsos silogismos de colores,

es cauteloso engaño del sentido;

 

   este, en quien la lisonja ha pretendido

excusar de los años los horrores,

y venciendo del tiempo los rigores

triunfar de la vejez y del olvido,

 

   es un vano artificio del cuidado,

es una flor al viento delicada,

es un resguardo inútil para el hado,

 

   es una necia diligencia errada,

es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

 

I.

Feliciano me adora y le aborrezco;

Lisardo me aborrece y yo le adoro;

por quien no me apetece ingrato, lloro,

y al que me llora tierno no apetezco.

 

   A quien más me desdora, el alma ofrezco;

a quien me ofrece víctimas, desdoro;

desprecio al que enriquece mi decoro,

y al que le hace desprecios, enriquezco.

 

   Si con mi ofensa al uno reconvengo,

me reconviene el otro a mí ofendido;

y a padecer de todos modos vengo,

 

   pues ambos atormentan mi sentido:

aqueste con pedir lo que no tengo,

y aquél con no tener lo que le pido.

 

VII

Verde embeleso de la vida humana,

loca Esperanza, frenesí dorado,

sueño de los despiertos intrincado,

como de sueños, de tesoros vana;

 

   alma del mundo, senectud lozana,

decrépito verdor imaginado;

el hoy de los dichosos esperado

y de los desdichados el mañana:

 

   sigan tu sombra en busca de tu día

los que, con verdes vidrios por antojos,

todo lo ven pintado a su deseo;

 

   que yo, más cuerda en la fortuna mía,

tengo en entrambas manos ambos ojos

y solamente lo que toco veo.

 

Detente, sombra de mi bien esquivo

Detente, sombra de mi bien esquivo,

imagen del hechizo que más quiero,

bella ilusión por quien alegre muero,

dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,

sirve mi pecho de obediente acero,

¿para qué me enamoras lisonjero

si has de burlarme luego fugitivo?

 

Mas blasonar no puedes, satisfecho,

de que triunfa de mí tu tiranía:

que aunque dejas burlado el lazo estrecho

 

que tu forma fantástica ceñía,

poco importa burlar brazos y pecho

si te labra prisión mi fantasía.

 

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?

¿En perseguirme, mundo, qué interesas? 

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento 

poner bellezas en mi entendimiento 

y no mi entendimiento en las bellezas?

 

Yo no estimo tesoros ni riquezas,  

y así, siempre me causa más contento 

poner riquezas en mi entendimiento 

que no mi entendimiento en las riquezas.

 

Yo no estimo hermosura que vencida 

es despojo civil de las edades  

ni riqueza me agrada fementida,

 

teniendo por mejor en mis verdades 

consumir vanidades de la vida 

que consumir la vida en vanidades.

 

Hombres necios que acusáis

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

 

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

 

Combatís su resistencia,

y luego con gravedad

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

 

Queréis con presunción necia

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Tais,

y en la posesión, Lucrecia.

 

¿Qué humor puede ser más raro

que el que falta de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

 

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

 

Opinión ninguna gana,

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata

y si os admite, es liviana.

 

Siempre tan necios andáis

que con desigual nivel

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.

 

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende,

si la que es ingrata ofende

y la que es fácil enfada?

 

Mas entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos enhorabuena.

 

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

 

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada,

la que cae de rogada

o el que ruega de caído?

 

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

 

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

 

Dejad de solicitar

y después con más razón

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

 

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

 

 

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